Después de ver y oír, al Rey en su mensaje navideño, en "diferido", puedo opinar; y opino: Que: el Rey por no decir; no dijo nada, que hubiera dicho en años anteriores..
La elocución navideña del Rey se quedó en un discurso de Nochebuena más, a pesar de que la Nación sufre la mayor amenaza en décadas, con fecha ya fijada para la secesión de Cataluña, y de que la institución monárquica está en su peor momento desde la Transición.
S.M. Optó, por repetir los mismos lugares comunes; y grandes propósitos de cada año, sin concretar en ningún asunto de calado. El ejemplo más claro fue su silencio clamoroso sobre Cataluña. Ante un desafío de tal magnitud, a España y a la soberanía nacional (a la que el Rey debe su legitimidad), no vale con apelaciones genéricas al respeto a las reglas de juego; y las bondades de la convivencia. No es de recibo, y es difícilmente comprensible, que el rey de España no tenga nada más que decir ante la amenaza directa y clara de ruptura del Reino de España. Ni una sola mención directa al desafío secesionista.
El Rey no pronunció las palabras Cataluña, Mas, consulta, nacionalismo. Los catalanes y los españoles en general se merecen que ante una situación de esta gravedad se les hable claro. Al menos, con la misma claridad con la que se ha planteado el desafío. En este sentido, Don Juan Carlos I. apeló a un acuerdo entre los partidos políticos y al diálogo como forma de llegar a acuerdos, situándose en una equidistancia inaceptable entre quienes pretenden destruir la Nación y quienes, con mayor o menor fortuna, la defienden.
Del mismo modo fueron decepcionantes las palabras del Rey sobre la ejemplaridad en la vida pública. Faltó una denuncia clara de la corrupción política, que es consecuencia directa de la falta de separación de poderes. Zarzuela buscaba el titular con la frase "Asumo las exigencias de ejemplaridad que la sociedad reclama". Y lo consiguió. Una frase que nada significa si no va acompañada de hechos. Y lo cierto es que los hechos, desde que en el mismo discurso de hace dos años dijese aquello de "Todos somos iguales ante la ley", van en la dirección contraria. En los últimos dos años la Casa del Rey no ha hecho más que presionar al juez y torpedear la instrucción judicial para evitar que la infanta Cristina sea imputada. Esos son los hechos, que convierten la frase del Rey en una burla a los ciudadanos.
En lo único, que se mostró más determinante el monarca; fue en su voluntad de seguir en el trono. Alguien debería decirle que si la Nación o la propia Monarquía saltan por los aires, su trono no valdrá nada. Y, tras escucharle en Nochebuena, no parece que lo tenga muy claro.