Y arriba del puente, las cosas pendientes. La gente que pasa, que mira y no siente. Porque hubo un momento en el que pensamos "nosotros estamos a salvo" y "nada malo puede ocurrir". Tumbábamos nuestras penas al sol y cuando sentíamos demasiado calor nos bebíamos una Cruzcampo. Qué rica, la Cruzcampo.