En este libro cargado de humor e ironía, Ramón de España, un barcelonés que no comulga con el nacionalismo, reflexiona sobre el delirio nacionalista de Cataluña, un país con más presidentes por metro cuadrado que ninguna otra nación.
Se pretende dar voz a quienes creen que en Cataluña todo se ha hecho de la peor manera posible desde los tiempos de la Transición, frecuentemente con el beneplácito del gobierno español. El objetivo es informar al común de la ciudadanía de cómo el nacionalismo ha trabajado a fondo para imponer el control social en Cataluña.
En ese sentido, la manifestación abiertamente independentista de la Diada del 2012 no debe considerarse la conclusión lógica a más de treinta años de trabajo duro por parte de Pujol y los suyos con la ayuda de los partidos independentistas minoritarios y de quienes más deberían haberse significado en ofrecer alternativas al nacionalismo, los partidos de (supuesta) izquierda como ICV y, sobre todo, el PSC, entrañable pandilla de acomplejados siempre (preocupados por si son o no son lo suficientemente catalanistas). Para entendernos: lo que inició Pujol lo continuó Maragall y lo remató Montilla.
De la misma manera que la izquierda no ha sabido o querido plantar cara al nacionalismo, la prensa se ha plegado rápidamente a las exigencias del régimen. Así también muchos viven de la patria: escritores, periodistas, directores de cine, economistas, filósofos, actores, agitadores culturales, presidentes del Barça, Òmnium Cultural, la ANC. Los adictos al régimen, que incluyen a catalanes auténticos, majaretas valencianos que se creen catalanes y hasta extranjeros que han encontrado en la adscripción sin fisuras a las patrañas del nacionalismo una manera estupenda de ganarse la vida. Sin olvidar la figura del «charnego agradecido», siempre dispuesto a sobreactuar en su permanente agradecimiento a la tierra de adopción.
El timo de la patria ha salido bien. De momento. Cabe reflexionar sobre la supervivencia de este tocomocho cuando los demás ismos del siglo xx (comunismo, fascismo, anarquismo), han pasado a mejor vida. Y cabe lamentar la existencia de esa masa acrítica que, envuelta en la senyera, se echa a la calle, convocada por unos pequeñoburgueses insolidarios y ladrones, para reivindicar una independencia imposible gracias a la cual todos seremos instantáneamente felices. Yo no soy uno de ellos; ni me siento identificado en este libro. P.C.A. Hay que vivir para aprender y leer para saber...