Hemos dejado crecer tanto la mierda que el clamor ahora de políticos, sindicatos y profesionales contra el periodismo basura suena a retórica disconformidad. Si se ha llegado hasta aquí ha sido porque una buena parte de los políticos, los periodistas y sus agrupaciones profesionales y sindicales no han movido un dedo para paliar o evitar el actual espectáculo. La grima ante determinados programas televisuales desborda cualquier intento de calificación crítica. No hay palabras para reflejar el asco.
Recuerdo muy bien que cuando llegaron los canales privados y autonómicos a España, de esto ya hace unos cuantos años, el empresariado directivo de los mismos se hizo lenguas acerca de la pluralidad informativa que comportaba la diversidad de televisiones. El argumento tenía su gancho en un país todavía no repuesto del débito de libertad de expresión acumulado a lo largo de la dictadura. Nada mejor que esa referencia para lanzar al mercado el gran negocio que tenían entre manos.Luego, una vez en marcha los canales abiertos y de pago, el avisado teleespectador fue comprobando que entre los telediarios de una u otra cadena apenas había más diferencias que las formales. Distintas carátulas de presentación, distintas sintonías, unos presentadores con mayor o menor virtuosismo comunicador, diferentes escenarios...Pero el contenido, las noticias, su valoración, su identidad y hasta su enfoque resultaban muy parecidos, salvadas algunas y contadas excepciones.
Frustrada la expectativa de la pluralidad informativa, los canales privados empezaron a competir en algo primordial para sus intereses: la captación de audiencias. Y como la pela es la pela, sus propietarios cedieron a la tentación de ganarla por el camino más rápido y más fácil, según los principios gestores de la productividad inmediata. Así llegó la basura a las pantallas. De su influencia no se libró ni la televisión pública, ahora por fin de espaldas a tan indecente proceder.
El oficio de periodista nunca fue arcangélico. A esta profesión, antes y ahora, llega gente con muy dispar predisposición. Los vocacionales con intención de independencia son los que lo tienen más crudo. A la vocación y a la independencia conviene darles amparo para no perderse en la nada o acabar en aventurado o malogrado Freijournalist, según taxativa expresión alemana. Para medrar es indispensable arrimarse a una tendencia, grupo, grupúsculo o camarilla más o menos afines. Ellos reeducarán la autonomía personal según dicten los mutuos intereses.
Ese principio también vale para los que llegan a la profesión por otras sendas menos abnegadas. Los oportunistas, los advenedizos, los ambiciosillos, los tornadizos, los serviles, los maulas, los fatuos y demás títeres de tinglado mediático encuentran acomodo allí donde otras catervas directivas menos lustrosas abonan la chabacanería, el infundio, la difamación, el acoso o la mentecatez. Gracias a la escasa autoestima de su conciencia y a la carencia de dignidad que los mueve, pueden venderse al mejor postor e insertarse en la mierda sin el mínimo reparo para esparcirla sobre el otrora llamado respetable del modo más escandaloso posible.
Basura sobre basura, los propulsores y mediadores de la misma son compensados con cuantiosos estipendios, mientras sus empresas subemplean a las nuevas generaciones de periodistas que hacen cola por ganarse un magro salario. Esto, como el periodismo basura que ahora denuncian dignísimas asociaciones profesionales y laboriosos sindicatos, no es de ayer. Sucede en nuestro país desde hace algunos lustros y lo experimentan en carne propia quienes empiezan a dudar de su profesión, recién asumida, no sólo porque a ellos no les cabe denunciar la mengua de sus derechos laborales y su explotación, sino porque nadie entre sus colegas más afamados lo hace.
Al lado de tanta vanidad, engreimiento y codicia desatados, reconforta el ejemplo de aquellos profesionales que honran al oficio desde el otro extremo de la balanza: el del sacrificio personal. En Iberoamérica, en lo que va de año, fueron asesinados dieciséis periodistas. En su idioma, que es el nuestro, trataban de denunciar los excesos de poder, los oscuros nexos políticos y económicos del narcotráfico y las mafias y corruptelas en gobernaciones municipales y estatales.
El suyo es todo un canto de vida y esperanza en una profesión que, si abreva con desfachatez en las cloacas, también sabe apetecer la transparencia y la dignidad de otros horizontes: los del compromiso con la verdad de los hechos. Lo grave es que allí, desde 1995, haya más de cincuenta asesinatos de periodistas impunes. Quizá porque el llamado cuarto poder sólo lo sea en alianza precisamente con el poder.
Periodismos basura: La nómina de estos monstruos es muy amplia: Jorge Javier Vázquez,María Patiño, Miguel Temprano, Lydia Lozano, Pepa Jiménez , Chelo García Cortés, Aurelio Manzano, Carmen Hornillos ,Jaime Peñafiel, Jaime Cantizano , ahora devenido en estrella y …Belén Esteban y los más veteranos Karmele Marchante y Jesús Mariñas.Y otros pobres de mentes..