¡¡¡Maldita enfermedad!!!!..
("Cuando los recuerdos te martillean".).
La señora rondaba los setenta, su rostro carecía de las arrugas propias de la edad, por lo que aparentaba menos calendario del que en realidad tenía. Tuvo que ser una mujer hermosa, muy hermosa, a la cual le acompañaba un timbre de voz con un leve toque ronco, (este detalle siempre me ha resultado agradable en una mujer). Su piel era suave, con un intenso; y agradable olor a crema hidratante. En el último mes había perdido bastante peso; y sus fuerzas habían menguado notablemente.
Comencé a hablar con ella, vivía sola; y por lo tanto estos últimos días habían sido un infierno. Dormía en el sofá, ante la imposibilidad de subir la escalera hasta el dormitorio con cierta seguridad. Tampoco comía lo necesario, había perdido el apetito; y antes que malgastar energías haciendo alguna comida que acabaría en la basura, prefería guardar sus pocas fuerzas para asearse. Si algo no soportaba, era que pudiera desprender el más mínimo olor a sudor u orina. Supo que la situación se complicaba aún más cuando al habitual dolor de estómago le acompañó aquel vómito. Me decía, mientras continuaba cogiéndome la mano, que estaba esperando que le hicieran unas pruebas, pero la cita la tenía para dentro de dos meses, a lo que añadió que quizá ya no haría falta.
Me contó cosas de la familia; que una vez tuvo, pero la conversación se vio interrumpida por un nuevo vómito, esta vez, lo que salía era mucha sangre. El olor de la sangre ocupaba toda la sala del hospital (no hay otro olor que se parezca al olor de la sangre). Todo el personal sanitario acudió para atenderla. Tenía los ojos más abiertos que nunca, por lo que traté de tranquilizarla. Pasado un tiempo; y algo más recuperada, el médico le explicó que la trasladaría a otro centro sanitario; que dispusiera de los medios necesarios para tratar sus dolencias.
La acompañaba en la camilla hacia la ambulancia. Entre el habitual murmullo de la sala de espera, resaltaba la voz de una joven, que reclamaba no sé cuantos derechos; y ninguna obligación. A pie de la ambulancia, la señora me dio las gracias por todo, hablamos unos segundos más, hasta que agotamos las palabras; y entonces nos despedimos de verdad: con aquel silencio; y las miradas mantenidas nos dimos un adiós, un adiós que ambos sabíamos que era para siempre.
De vuelta, la chica continuaba relatando con voz alta; mientras rellenaba la hoja de reclamaciones. Me quedé observándola para intentar saber que le ocurría, pero ella no fue capaz de mantenerme un segundo la mirada; y siguió con su estúpida queja del dolor causado por una aguja, con su estúpida búsqueda de aliados en su alrededor, con su estúpido tono; y con su estúpida gramática. Frente a la estupidez sin límites que nos rodea, me fui a esperar la llegada de la lucidez, la lucidez que acompaña a los moribundos.( "When memories hammer you.").
The lady was about seventy, her face lacked the wrinkles of her own age, so it looked less timing than it actually had. She had to be a beautiful, very beautiful woman, to whom she had a ringing voice with a slight harsh touch, (this detail has always been pleasing to a woman). Her skin was soft, with an intense; And pleasant odor of moisturizer. In the last month he had lost a lot of weight; And his forces had waned remarkably.
I began to talk to her, I lived alone; And therefore these last days had been hell. She slept on the couch, unable to climb the stairs to the bedroom with certainty. Nor did he eat what was necessary, he had lost his appetite; And rather than wasting energy by making some food that would end up in the trash, he preferred to save his few strengths to clean himself. If something could not stand, it could give off the slightest smell of sweat or urine. He knew that the situation was complicated even more when the usual stomach ache accompanied that vomit. He told me, while he continued to take my hand, that he was waiting for tests, but the appointment had it for two months, to which he added that perhaps it would no longer be necessary.
He told me things about the family; Which he once had, but the conversation was interrupted by a new vomit, this time, what came out was a lot of blood. The scent of blood filled the entire hospital room (there is no other smell that resembles the smell of blood). All the health personnel came to attend. Her eyes were wider than ever, so I tried to reassure her. After a while; And something more recovered, the doctor explained that he would transfer her to another health center; That he would have the necessary means to treat his illnesses.
He accompanied her on the stretcher to the ambulance. Between the usual murmur of the waiting room, the voice of a young woman, who claimed, I do not know how many rights; And no obligation. At the foot of the ambulance, the lady thanked me for everything, we spoke a few more seconds, until we exhausted the words; And then we said goodbye, in that silence; And the stares kept us saying goodbye, a goodbye that we both knew was forever.
On the way back, the girl continued to relate aloud; While filling out the claim sheet. I stared at her to try to find out what was wrong, but she could not keep my eyes on me for a second; And went on with his stupid complaint of pain from a needle, his stupid search for allies around him, his stupid tone; And with his stupid grammar. Faced with the stupidity without limits that surrounds us, I went to wait for the arrival of lucidity, the lucidity that accompanies the dying.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pedrosa