Hay siempre un momento en la historia, en el que quien se atreve a decir que dos y dos son cuatro, está condenado a muerte.
Bien lo sabe el maestro.
Y la cuestión no es saber, cuál será el castigo o la recompensa que aguarda a este razonamiento.
La cuestión es saber si dos y dos son o no cuatro.
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Pedrosa